jueves, 14 de mayo de 2009

"La nana invisible"



"Son las 5 y 30 de la tarde y estoy en la cafetería del “Fármax” de Salaverry.

Al entrar he visto, parada en la puerta, mirando hacia la calle, a una nana vestida entera de blanco. ¿Es una nana o es una enfermera? ¿Y qué hace allí en la puerta, disciplinadamente inmóvil?

En el café hay mucha gente. En una de las mesas conversan dos mujeres. Una de ellas tendrá sesenta años. La otra, que parece su madre, debe andar por los noventa.

La sexagenaria le dice cosas con cierto aire de desgano. La anciana la mira con esos ojos acuosos de quienes han emprendido la tarea de vivir hasta el extremo. Es imposible saber si asiente o se desagrada y si lo que escucha es una amonestación o alguna anécdota. Se diría que ni la boca ni la mirada la obedecen.

Toman té las dos mujeres. Té y pastelitos. Unos suntuosos para la más joven. Un trozo de algo indefinidamente inglés para la madre. Sí, es la madre. La otra le ha dicho hace unos instantes y en voz alta:

-Pero mamá, eso no es así...

Piden la cuenta mientras yo bebo el café tinto que quizá me ayude a evitar la jaqueca. Esa jaqueca que sobrevuela como un cuervo.

La mujer menos vieja paga con dos billetes y algunas monedas. Deja una propina rala. Está vestida pericamente, tiene dos o tres operaciones de remozamiento en la cara, pero deja una propina rala.

Cuando están listas para marcharse, la mujer de la propina rala gira la cabeza y hace una seña. Se la hace, a través del ventanal vidriado, a la nana que había sido motivo de mi curiosidad.

La nana, que en realidad es más enfermera que otra cosa, ha estado atenta, esperando en los primeros fríos del otoño, a recibir ese gesto.

Se acerca entonces la nana-enfermera a la mesa de las dos mujeres y le extiende el brazo a la mujer de noventa años.

¡Eso era! La nana-enfermera esperaba que le dieran la señal para entrar y cumplir su rol.

Prótesis humana, bastón viviente, la nana-enfermera ayuda a marcarle el trémulo paso a la mujer de noventa años que tiene el cabello teñido de color lavanda y que sigue llevando alhajas. Le pasa el brazo derecho por detrás de la cintura para ayudarla a subir unos peldaños. La mujer de sesenta ya ni las mira. Está unos pasos más adelante.

La nana-enfermera ha esperado a la intemperie. Como si fuera la mascota impedida de entrar. Como si fuera una negra en el Misisipi de los años cincuenta. Como si fuera una sirvienta en el Perú del 2009.

¿No hubiera sido más humano permitir que entrara con ellas y se tomara un té? ¿O que entrara con ellas y se sentara, sencillamente que se sentara, sin té ni galletitas ni conversación ni proximidad? ¿Que se sentara en silencio, invisible pero a salvo de esos primeros fríos?

Pero no. Las nanas-enfermeras no deben sentarse junto a los boer de Eisha, los blancos de Alabama, los escogidos por el Dios con pinta de ario de los de arriba. Ese es el Perú de siempre. De Pardo a García. El impertérrito Perú que te puede conmover y sacudir mientras terminas el café que no debiste pedir"


Por César Hildebrant, reconocido periodista político peruano, considerado uno de los periodistas más influyentes del país.

9 comentarios:

malbicho dijo...

que terrible realidad, me ha tocado convivir con gente muy burguesa y a veces notar que me dan un trato condescendiente, como si perdonaran mi necesaria presencia -para ellos- mientras cumplo una labor que les favorece

Anónimo dijo...

Concuerdo con malbicho, a veces creo que soy demasiado idealista, pero como te decia en el comentario de otro post, sueño con las utopias y pongo algo de esfuerzo para alcanzarlas.

El respeto hacia el ser humano sólo porque es un ser humano es algo que aún hace falta. Construyamos realidades a partir de nuestras propias relaciones y respeto a los demás, de esa manera evitaremos situaciones como estas.

Un abrazo.

RBC dijo...

Está es la opinión de una amiga que transcribo:

"sobre esta terrible relidad que aun esta presente en nuestro pais que terrible, que sentiran las trabajadoras que no pueden sentarse en un estaurante o bañarse en la misma playa de los empleadores' seguro se sentiran como los esclavos romanos de hace mas de dos mil años, increible"

mlsv

Elepé dijo...

La discriminación existe. Aun en el siglo XXI con su cibernética y su horizonte civilizador, existe. Y lo peor es que aún cuando no nos convencemos de su existencia. Lo peor de la discriminación es su invisibilidad. Qué difícil resulta entender que nada de lo que racistas y discriminadores argumentan resulta cierto ni socialmente aceptable. El racismo que liquidó a millones de personas, la discriminación sutil que subyace al "choleo" o el evidente que te niega el acceso a una discoteca exclusiva o a bañarse -en el mismo mar en el cual se refrescan las "patronas"- a las trabajadoras del hogar que deben de resignarse a solearse, vestidas de "criadas", para solaz y conservación de estatus de nuestra (como canta Calamaro) "alta suciedad". Por ello la tarea que nos toca es barrer esta herencia colonial que como un atavismo se sienta en nuestra mesa, y propugnar por la vigencia de los derechos para todas y todos sea una realidad en la marcha larga por hacer del Perú un país de ciudadanos.

Elepé

Gael dijo...

El 30 de Marzo del 2009 el Ministerio de Trabajo publicó el Decreto Supremo 004-2009-TR que señala los actos que son considerados discriminatorios y atentatorios de los derechos de los trabajadores y trabajadoras del hogar.

La norma considera discriminación al acto del empleador de imponer a sus trabajadores domésticos el uso de uniformes o vestimentas similares en espacios públicos, y al acto de segregación de los trabajadores del hogar que realizan algunas personas que conducen negocios.

Ojala que este Decreto por sí solo no siga el mismo destino que las demás disposiciones y terminen en saco roto. Falta operatividad

¡acertado alcance RBC!

Carlos Caillaux dijo...

Cruda pero real, las diferencias sociales aunadas a las raciales impiden a estas "damas de sociedad" compartir espacios; mal que viene de años y probablemente perdure mucho más.

RBC dijo...

Compartimos el mismo sentimiento de rechazo absoluto a éste tipo de tratos a seres humanos que más bien deberiamos agradecer porque trabajan con otros seres humanos: justamente nuestros familiares.

Hace cinco años que mi padre falleció y es el tiempo que tenemos en casa a Ana, la enfermera que cuida y acompaña a mi madre gran parte del tiempo, (ya que ella por su alzheimer necesita de cuidado peregne). Las veces que salimos a algún lugar público, ella comparte la mesa con nosotros, incluso en casa.
Creo que el trato a nuestros semejantes es fundamental para una buena y justa convivencia, porque "no hagas a nadie lo que no quisieras que hagan contigo"

Gracias por sus puntuales comentarios

jenelvi dijo...

RBC nos das claro ejemplo del buen trato que se debe dar a quienes colaboran con nosotros pero lamentable nuestra realidad es así, "racista y desconsiderada " esperemos que algúndía cambie.

RBC dijo...

No debría ser complicado el tratar mejor a las personas que colaboran con nosotros.
Esperemos el cambio Jenelvi.

Saludoss