lunes, 24 de agosto de 2009

Los 110 de Borges

Pedro Menárdez, el citador de Borges, caminaba por Buenos Aires, decidido a olvidarse por un rato de su maestro. Entró al Café Tortoni, territorio de turistas y advenedizos, pero no menos encantador por eso. Para su sorpresa, en el fondo se topó con tres figuras que no alcanzó a distinguir más allá de la eterna e invicta sonrisa de Carlitos: Ella era Alfonsina Storni y él, un Borges algo vacilante.


Luego Menárdez ganó la calle y caminó un largo rato por el soleado invierno de la Avenida de Mayo. Sin rumbo fijo sus pasos lo llevaron hasta la Plaza del Congreso, y luego siguió por Sáenz Peña hasta la calle México. Un antiguo restaurante le hizo recordar que el breve café del Tortoni había sido la única colación del día. Un almuerzo no le vendría nada mal. Escogió una mesa sobre la ventana que da a la calle México, y un cuadro le llamó la atención: era Jorge Luis Borges

El mozo le confirmó que sí, don Borges almorzaba seguido allí, muchas veces con su amigo de la Botica del Angel. Inevitablemente Menárdez escogió la misma mesa, la preferida, regocijado por experimentar por un buen rato una visión del mundo idéntica a la de su querido Borges

Se preguntó cual sería el motivo por el que no él sino Borges, lo estaba buscando. Y recordó que una fecha se aproximaba: el 24 de agosto será el 110° aniversario del nacimiento del escritor. Entonces no dudó más. No podía permitir que Borges fuera por él; él iría por Borges. Pensó a qué lugar podría ir, siendo que ya había pasado por su querido Palermo, por la casa de Carriego, por la antigua Biblioteca Nacional. Y recordó un iniciático empleo de Borges: el del año 37, como “primer ayudante” de la Biblioteca Municipal Miguel Cané. Cuando se quiso acordar, Menárdez ya estaba en la vieja casa de Carlos Calvo 4321


Al ingresar a su empleo asalariado, Borges ya era un autor reconocido en el mundo. Es de imaginar que los bibliotecarios estarían orgullosos de su nuevo compañero de trabajo. Pero no fue así:
"Estuve en la biblioteca durante nueve años. Fueron nueve años de firme infelicidad. En el trabajo, los otros hombres no se interesaban en otra cosa que en las carreras de caballos, en el fútbol, en los cuentos obscenos”
Increíblemente, sus compañeros no sólo no lo reconocían. Tampoco lo conocían:
"Aunque resulte irónico, en esa época yo era un escritor bastante conocido, salvo en la biblioteca. Una vez un compañero encontró en una enciclopedia el nombre de un tal Jorge Luis Borges, y se sorprendió de la coincidencia de nuestros nombres y fechas de nacimiento”

Menárdez le preguntó a la amable empleada de la biblioteca si se podía ver la famosa oficina donde Borges imaginó algunas obras brillantes como “Las Ruinas Circulares”
Y así fue que ambos subieron por una estrecha escalera hasta el pequeño, pequeñisimo lugar de trabajo.
- Puedo tomar una foto?
- Digamos que no. Digamos que me distraje…


Menárdez se maravilló con el escritorio. En una vitrina estaba la vieja enciclopedia que refería a un tal Jorge Luis Borges, ese que se llamaba igual que el antiguo empleado de la biblioteca. La biblioteca es pequeña y para escapar del tedio y de la charla fútil de sus compañeros, Borges escribió cosas como La Biblioteca de Babel:

“El universo (que otros llaman la Biblioteca) se compone de un número indefinido, y tal vez infinito, de galerías hexagonales, con vastos pozos de ventilación en el medio, cercados por barandas bajísimas. Desde cualquier hexágono, se ven los pisos inferiores y superiores: interminablemente. La distribución de las galerías es invariable. Veinte anaqueles, a cinco largos anaqueles por lado, cubren todos los lados menos dos; su altura, que es la de los pisos, excede apenas la de un bibliotecario normal”

Dice Borges sobre ese trabajo: “Procuró ser una visión pesadillesca o una magnificación de esa biblioteca municipal, y ciertos detalles en el texto carecen de una significación determinada. La cantidad de libros y anaqueles que mencioné en mi relato fueron literalmente los que tenía a mi alcance. Críticos perspicaces se han preocupado por esas cifras y las han dotado, generosamente, de un significado místico. Tanto La lotería en Babilonia como La muerte y la brújula y Las ruinas circulares fueron escritas, en todo o en parte, robando tiempo a mis horarios allí."

Los mundos de Borges son fantásticos. En la biblioteca sin dudas más pequeña de todas las que conoció, imaginó una tan grande como el universo. El universo (con minúscula) no es otra cosa sino una Biblioteca (con mayúscula)

Menárdez agradeció a la empleada y se marchó. Recordó aquella frase de “Memorias de Adriano” y ésta de Borges:

"Cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento: el momento en que el hombre sabe para siempre quién es"

Tomado de: La menor idea.

Un sentido homenaje a un grande de las letras. Acabo mi café